jueves, 23 de febrero de 2012

EL TRAJE

En Extremadura existen varios trajes considerados típicos, que si bien son muy parecidos en cada pueblo tiene su nota característica que los diferencia de los demás. En Berzocana el traje que los más jóvenes hemos visto siempre ha sido el de gala, no se acostumbra aquí a utilizar el traje de faena en los festejos o a la hora de bailar las jotas extremeñas.


Foto Leticia Torres


En el caso de las mujeres el traje está formado por medias hechas a punto calado de hilo blanco. Los pololos, que son una prenda interior femenina en forma de pantalones bombachos también blancos, van adornados con una puntilla y con cintas rojas en el extremo inferior de las perneras. Sobre los pololos van las enaguas otra prenda interior que se usa debajo de la falda y de la misma forma que ésta, en el extremo inferior lleva cosida una puntilla para embellecer. Y ya a la vista las mozas llevan la falda o refajo en tela de paño bordada con lana o hilo en un solo color o en varios, el rojo es el color más habitual pero también se ven refajos en verde, amarillo o negro; encima del refajo y del mismo paño va la faltriquera y sobre ésta el mandil, negro y bordado con hilos de colores o con lentejuelas.







En la parte superior las mozas llevan el jubón, camisa de seda o terciopelo negro con cuello redondeado y rematado con puntillas en los brazos y el cuello; sobre el jubón el pañuelo de cien colores o el de tres cenefas completa la indumentaria de las mozas.
Como joyas lucen gargantilla de bola con colgante y zarcillos de herradura hechos en oro de forma artesanal.





 El peinado de las berzocaniegas es el moño de rosca de tirabuzón adornado con horquillas.

  El traje de los hombres está compuesto por medias blancas y pantalón de paño negro que llega hasta por debajo de la rodilla con una pequeña abertura en los laterales adornada en ocasiones con madroños de lana rojos. Camisa blanca y chaleco de paño negro cubren la parte superior. Por último, los hombres llevan una faja roja.
Post realizado por: Patricia Tejero Cerezo

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